martes, 13 de enero de 2009

Habemus medicus (segunda parte)

Sí, he tardado un siglo en contestar, pero Roma no se hizo en un día y en honor a donde nos encontramos...

El caso es que, como iba contando, estábamos en el auditorio del vaticano y un señor nos obligó a sentarnos. En tres minutos salían por una puerta dos señores muy graciosos con trajes a rayas bicolores y unas lanzas de dos metros acabadas en puntas oxidadas que no hacían tanta gracia. Eran dos guardias suizos que se cuadraban a ambos lados de un silloncito rojo que valía más que mi cabeza segurisimo.
Total, que cinco segundos después se vuelve a abrir la puerta y sale un bultito blanco con las manos en alza saludando al personal... Y el auditorio se viene abajo, cual concierto de los rollings. Y aparece su Santidad. Y la gente grita, llora, grita más, le cantan en vaya usted a saber qué idioma... Y los mexicanos de mi lado le gritan cosas como: "La Virgen de la Guadalupana le guarde en su salud muchos años!" y demás.
Así que el Papa va y se sienta. Y salen señores a leer el evangelio en unos seis o siete idiomas. Y to el mundo callao, aunque no entendiesen lo que decían los señores, seguían llorando...
Y en estas que acaban de leer los señores y el Papa se pone a hablar. Y le da por hablar en italiano al señor. Y se le olvida vocalizar. Y yo dejo de entender "ni papa".
Me doy cuenta que el Papa, va pa largo y que se va a recrear en todo lo que diga, y como no entiendo nada, desconecto del mundo... Hasta que de repente, la chica del asiento de delante mía, que justo conincide con la insensata con la que me he ido a Roma, levanta los dos brazos y agita las manos. Y me da un vuelvo el corazón y en dos milisengudos pasa por mi cabeza cómo las dos mil personas con pistola que había ahí dentro la encañonan y yo pido clemencia y digo que es una enferma mental y que justo le han dado permiso para ir a ver al Papa porque era la ilusión de su vida y sólo le quedan dos meses de ésta.
Eso sí, me da tiempo a darle una colleja y decirle qué que cohones estaba haciendo! Y se da la vuelta sorprendidísima por mi increpancia y me dice, como lo más normal del mundo: "Joer, que estaba a ver si salíamos en la pantalla grande por si luego me puede ver mi madre en la tele". Y a mí me da el primer ataque de histeria de mi vida en el Estado Vaticano. Eso sí, los dos siguientes atacas no tardaron en llegar.
Concretamente, el inmediatamente siguiente tardó cinco minutos en llegar. Coincidió con que a Espe le entró el pánico supremo y decidió que teníamos que salir de un auditorio con 12.000 personas en medio de un comunicado del Papa. Y ni corta ni perezosa, se pone de pie y se va hacia la salida. Y claro, detrás de ella, se levanta una muchacheja agachando la cabeza e intentando aparentar 25 kilos y 60cm de estatura para ver si así no la encañonaba nadie con una pistola. Y me dice la otra: "Está to pensao, vamos a hacer la tres catorce". Y yo tiemblo. Porque cada vez que hacemos la tres catorce pasa algo. Y pasó, vaya que si pasó...
A la altura del pasillo por el que habíamos entrado y con seis mil personas por delante y seis mil a nuestra espalda, intentando alcanzar el primer punto de la salida dle auditorio, nos echan el alto dos gorilas con pinganillos en la oreja... A la mierda la tres catrorce. Pero no, la tres catorce empezaba en ese mismo momento. Ahí iba, Espe con la marca de la boina en la cabeza preguntando inicentemente: "¿Tualets plis?" en un perfecto inglés de Burgos. Los gorilas se relajan y señalan escaleras abajo amablemente. Pero claro, la salida era por detrás de las escaleras, no bajándolas...
Pero ahí estaba Espe la intrépida, agarrándome de la mano y haciendo la tres catorce en su versión más primitiva. Y lo intenta. Intenta irse por detrás de las escaleras hacia la salida. Y en menos que os lo estoy contando, saltan los dos gorilas como si en vez de seguratas fueran gráciles bailarinas del circo del sol y nos acompañan hasta las escaleras y nos dicen: "Abajo". Y a mí ese abajo, me sonó igualito que el que pronunciaba Julio César en el Coliseo (que habíamos visto el día de antes) cuando un gladiador iba a ser entregado a los leones hambrientos... Y quise llorar.
Así que bajamos al baño, que ya que estábamos, usamos. Y allí, en una mesa frente a los baños, dos policias más... Uno de la polizia nazionale de Italia y otro de la poli del Vaticano. Eso sí, nunca he podido decidirme sobre cuál de los dos estaba más bueno.
Y ahí en la puerta del baño, con más pistolas por metro cuadrado que en las fabelas brasileñas, Espe segía convencida con llevar a cabo la operación tres catorce y salir del auditorio mientras el Papa se dirigía a doce mil personas (menos dos, claro). Y no se le ocurre otra cosa, mientras me asegura que nos vamso de allí, que estornudar mientras sale por la puerta. Y, muy educadamente, los dos policias nos dicen: "salud". Y una que es muy educada les da las gracias. Y una que es muy educada y no de piedra, se queda mirándolos con sonrisa de estúpida en la cara... Y nos preguntan... "Dónde vais?". Y ya les preguntamos por la salida y que cómo salíamos de allí. Pero claro, no entendían nada, y no por culpa del idioma, si no porque la gente hace cienes y cienes de horas de cola para estar dónde estábamos nosotras y para entrar a ori al Papa y nosotras queríamos salir de allí... Ojú! Qué excusa poner? Fácil y sencillo! Se me ilumina la bombilla (aunque luego pensé que igual no era la bombilla si no la luz al final del tunel que anuncia la muerte) y les digo que necesito una farmacia. Pero claro, en el Vaticano hay miles de millones de euros en obras de arte, pero no tienen farmacia. Más que nada porque no les cabe. Así que nos dicen que para encontrar una farmacia hay que salir del Vaticano y poner los pies en territorio romano. Les insisto en que no, en que necesito la farmacia ya y por eso nos tenemos que ir. Pero los italianos son muy curiosos (sólo hay que ver a Giovanni Ranna que hasta que no saca una pasata rellenda de insensateces no para) y me dice que para qué necesito una farmacia con lo buena que estoy (esto último no sé si lo traduje bien, tuturú turú...) y no se me ocurre nada más que enseñarle el brazo, donde llevaba una picadura de mosquito que me había dado alergia por loq ue parecía que vivía un campo de enanos dentro de mi brazo.
Claro, los pobre policías pensaron que era una leprosa en busca de la salvación y la curación a manos del Santo Padre y tuvieron a bien de desplegar el protocolo de emergencia. Activaron los pinganillos y los walkie-talkies y apareció el paln de emergencia. De lo que dijeron sólo alcancé a entender "ragazza" y "doctore". El que a Espe le cambiara la cara de color, se pusiera pálida y se le salieran los ojos de las órbitas me aclaró algo más la traducción.
El protocolo de emergencia se llamaba (y era) Máximo. Un segurata de tres por cuatro con pinga y brazalete del Vaticano. Me preguntó qué pasaba y yo, como no podía contestar nada porque se me había desencajado la mandíbula y porque me daba miedo que la cara de Espe pasase de la palidez a la sed de venganza, pues sólo le enseñé el brazo y la picadura de mosquito. Y Máximo se llevo las manos a la cabeza, sin doblar mucho el codo porque le hubiera reventado el brazo. Y sólo hizo dos preguntas: "Alergia?" a lo que yo respondí moviendo la cabeza de arriba a abajo y cerrando lso ojos por si decidía acabar con el problema mediante la amputación. Lo segundo que preguntó y repitió unas ciento catorce veces fue: "Puedes respirar? Te ahogas?" a loq ue yo respondí respirando tan fuerte que casi ronco y diciendo: "No es nada, todo bien. Puedo respirar mucho, mucho, mucho". Pero Máximo ya había empatizado totalmente conmigo y mi alergia. Y me agarró del brazo y me dijo que lo acompañara mientra me indicaba cómo respirar como si en vez de alergia tuviera contracciones cada quince segundos... Le dije que estaba bien y que no hacía falta, pero Máximo sentenció: "Tranquila, respira. Doctore" y algo más que no pude traducir porque me llevaba del brazo hacia una puerta semi oculta.
Me giré y vi cómo Espe había cambiado la cara de venganza por la de susto, miedo y pánico y me decía que pasaba millones de ir con Máximo y que me esperaba allí. Pero le debí dar mucha pena, porque echó a andar detrás de nosotros.
Total, que empezamos a recorrer pasillos y escaleras y aquello parecía el Gran Prix... Y yo tenía miedo y Espe gansa de matarme... Y llegamos a presencia del Doctore, que me miró el brazo y sonrió. Y mientras Máximo abría un botiquín del tamaño de la maleta que me llevé a Bolivia para tres meses, el Doctore agarró su wakie-talkie y dijo una frase breve de la que Espe y yo sólo entendimos: "Ambulancia".
Sólo diré que Espe se salió de la consulta, se apoyó en la pared y la oí pensar: "Cuando salgamos de aquí, sí que vas a necesitar ambulancia..." Depués creo que hizo unas referencias a mi familia, pero no creo que fuese pensando en cómo contactar con ellos...
En fin, que Máximo se afanaba en aplicarme una cosa fría en el brazo que escocía. Sólo me quejé una vez. Le dije a Espe: "Nena, esto me escuece mucho". Me miró, puso los ojos en blanco y me dijo: "Pues te jodes". Y me jodí, pero con la boca cerrada.
Quince minutos después entendimos que de la ambulancia sólo querían el recetario, para extenderme una receta bajo el sello del estado Vaticano para un triste tubo de pomada...
Con mi receta en la mano, Máximo chasqueó los dedos y apreció un nuevo gorila, más pequeño que Máx (en este punto ya había confianza) lo cual era bastante fácil, al que le dijo que acompañara a las ragazzas.
El mini gorila nos dijo que si queríamos volver a la audiencia con el Papa. Espe lo agarró del traje, lo levantó seis centrímetros por encima del suelo y le dijo: "Uscita, salida, exit, como quieras llamarlo pero sa-ca-nos-de-a-quí". Sí, lo dijo así, pero lo que le hizo al pobre gorila sólo lo pude ver yo.
Y salimos del auditorio. No por la puerta de atrás, si no por la siguiente. Y había unso guardias suizos pensando en por qué habíamos salido de allí. Pero no nos preguntaron nada, porque Espe los miró y se les deshicieron las lanzas de hierro, asíq ue prefirieron darnos paso hacia la Plaza de San Pedro.
Después nos enteramos que los museos vaticanos (que era lo que realmente habíamos planeado ver y no una audiencia con Bene) estaban a dos kilómetros de allí... Sólo quiero recorar de ese día que después de comer y comprobar que lo de las dos horas de cola para entrar a lso museos era mentira cochina, Espe volvió a hablarme.
Ese día casi pierdo la vida y a una de mis mejores amigas. Eso sí, con el tiempo la muy perra se rie contando esto y niega que no me hablara, pero vamos, prometo por la chepa de Máximo que dejó de hablarme alrededor de cuatro horas.
Y cuatro horas en un país extranjero sin que tu única compañía te hable, son muchas horas...
En mi defensa diré, que me asusté cuando el policia me preguntó dónde íbamos y creí que enseñarle el brazo aceleraría el proceso de salir de la audiencia sin pistolas de por medio... Pero no, parece ser que el enseñar justo el brazo no es lo que acelera las cosas...
EA!
Aunque por un momento ambas nos vimos con los grilletes puestos y a doce mil personas tirándonos piedras de las más antiguas del mundo por suspender la audiencia del Papa y desalojar el auditorio, superamos bastante bien el shock que supone ser escoltadas por los intestinos del Vaticano.
Hoy casi lo tenemos todo superado, pero os aconsejo que nunca nunca nunca le digais a Espe "Doctore, ambulancia".

2 comentarios:

* Cris * dijo...

Jajajaja.... lo que me he reído leyendo ésto. Esta parte ha sido buenísima, de verdad. Lo que hubiera dado por veros por un agujerito a las dos con Máximo...jajaja.

Por cierto, ya que no te acuerdas cuál de los dos policías estaba más bueno, mándame a los dos y ya decido yo sola... jajaja

Un besazo guapetona!!

Que me alegro mucho que este "rincón de pensar" (anda, como el de GH 10) vuelva a tener vida...

Marta dijo...

Gracias pretty! Intentaré que tenga más vidilla que si no, a ver pa qué quiero yo un blog!!!
Con un poco de suerte el rincón de pensar será también el de despejarse y echarse unas risas, eso sí, no prometo nada que una también tiene sus días seta y son bastante llamativos!
Besazo guapetona!